Galicia sólo capta el 0,2% de la inversión extranjera en España
Galicia apenas capta un ridículo pellizco de la inversión extranjera que viene a España. Al menos eso es lo que se desprende de los últimos datos actualizados por el Ministerio de Economía y que recoge un informe de la Fundación Caixa Galicia. Según ese documento, a lo largo del año 2004 las inversiones directas de compañías foráneas en la comunidad ascendieron a 390,7 millones de euros, que equivalen al 2,2% del total español. Sin embargo, la cantidad real es mucho más baja porque a esa cifra global hay que restarle 358 millones que se corresponden con tres inversiones que la cementera portuguesa Cimpor aplicó a Vigo a través de su filial Corporación Noroeste. Este dinero, que figura destinado a Galicia, fue invertido en realidad en Extremadura y Andalucía en la compra de cementeras y hormigoneras.
Las causas
Así las cosas, la inversión extranjera directa en Galicia durante el año 2004 fue de 32 millones de euros, el 0,2% del total español. Esta cantidad es muy similar a la registrada en el 2003 (34 millones) y confirma un desplome que se inició en esta comunidad a partir del 2002. La falta de suelo industrial en las áreas gallegas más desarrolladas (Vigo y A Coruña) ha truncado la buena tendencia de captación de multinacionales de los ejercicios de 2000 y 2001, cuando la comunidad logró superar los 500 millones de euros.
Sólo entre 1999 y el 2002, el capital extranjero inyectó en la comunidad más de 1.200 millones. A la falta de espacio en los polígonos empresariales se ha unido en los últimos años otro problema: la caída de la inversión también ha estado provocada porque las multinacionales prefieren producir en el Este de Europa o en Asia por una cuestión de costes.
Ante estos resultados, la pregunta que surge es por qué Galicia resulta poco atractiva para los inversores extranjeros. Uno de los principales problemas que se encuentra la comunidad es que necesita mejorar sus comunicaciones no ya con Madrid sino con el gran centro logístico de España, que se sitúa en el área de Zaragoza.
Además, hasta ahora la Unión Europea tenía catalogada a esta autonomía como una región inerte y sólo con un desarrollo potencial vinculable al norte del país luso. Es decir, que la propia Bruselas no lo consideraba un sitio idóneo para que las empresas foráneas realizaran inversiones.